miércoles, 15 de mayo de 2013

Un graffiti.

El nerviosismo era notable en todos los que trabajábamos en aquel pequeño despacho contable. Tenían, la mayoría, muchos años de laborar juntos y el cambio les parecía afortunado, sí, pero totalmente arriesgado pues nadie sabíamos quién sería el director a partir de este mes en el que la mesa directiva había decidio que las cosas habrían de cambiar para mejora de todo el equipo.

El despacho pertenecía a una firma importante pero nuestra sucursal contaba con menos elementos que las demás ubicadas en diferentes zonas del país. Yo tenía relativamente poco de haberme integrado al grupo, me desempeñaba como asistente ejecutiva de la directora anterior que, cabe mencionar, era muy amiga mía pero tuvo que ser reemplazada pues, por cuestiones personales, había solicitado su cambio a otra ciudad. A los jefes les pareció oportuno y adecuado hacer movimientos para refrescar el ritmo, el ambiente y la productividad de esta oficina en particular. Debo agradecer que mantuve mi puesto pues, al haber sido llevada ahí por mi amiga y al irse esta, temí que también reemplazaran a la asistente, o sea, a mí. 

Confieso que el trabajo era muy cómodo y ofrecía muchísimos beneficios, claro está, cuando era mi amiga la que dirigía aquel lugar pues, aunque lo hacía de manera adecuada y siempre actuando bajo las normas del despacho, tenía para conmigo algunas condescendencias que algunas personas habían notado ya. Seguro muchos de ellos estarían felices porque se me había terminado la suerte, ¡bah!... 

El día que se presentaría la 'nueva' persona que llevaría las riendas de la oficina me vestí lo mejor que pude, me peiné y arreglé de manera, no ostentosa o exagerada, pero sí especial... mi juventud y belleza me permitían algunos lujos que las otras, mujeres mayores y recatadas, miraban con desaprobación.

Resultó que el nuevo jefe era un apuesto hombre de unos 45 años, aproximadamente. Serio, elegante y, al parecer, un tanto rígido. Nos convocó a junta para explicarnos la forma en que se desarrollarían las actividades en la oficina a partir de ahora; estableció actividades, horarios y procedimientos de acuerdo a su experiencia. Más adelante, y conforme mi puesto me lo permitía pues estaba yo muy cerca de él, tanto física como profesionalmente, pude enterarme que estaba recién divorciado, venía de una ciudad al otro lado del país y vivía muy, muy cerca de mi departamento. No niego que mi imaginación comenzaba a hacer destrozos en mi cabeza.

Uno de los puntos en los que hizo énfasis a su llegada fue 'la puntualidad'... si las oficinas abren a las 9  am, a esa hora deberemos estar todos en nuestros puestos... nada del café con el consecuente chisme matutino, nada de chicas maquillándose o vistiéndose en los baños y largos etcéteras que parecían flechas directas hacia mí.

Las primeras semanas hice hasta lo imposible por cumplir con todos los requerimientos del 'nuevo jefe' y, al paso del tiempo me gané la confianza y puede que hasta la simpatía del licenciado Enríquez, sin embargo era un rol al que yo no estaba acostumbrada y, lo reconozco, tampoco me gustaba del todo. Lo que a mí en realidad me agradaba era hacer lo que se me diera la gana y este papelito de chica buena y bien portada ya me estaba cansando.

Traté de llevar el ritmo, de verdad lo intenté... al grado de buscar un escaparate a los rencores que de a poco me iba produciendo 'el jefe'. Un día todo llegó al límite, por más que me había esforzado no logré cumplir con las tareas que me había asignado el licenciado un par de días antes. Había que preparar materiales, libros, cuentas y muchas cosas más para la junta con la mesa directiva y, aunque él sabía todo lo que me había esforzado al respecto, pareciera que su único objetivo era evidenciar mis errores ante el resto de los compañeros en la oficina.

Cuando por fin conseguí tener todo en orden llegaron las personas convocadas y yo aproveché para escapar al baño de mujeres, fumar un cigarrillo y olvidarme del estrés acumulado durante los preparativos de dicha reunión.  Sabía que mi presencia no era requerida en la junta porque, para variar, el jefe se levantaría el cuello con todo el trabajo que YO había hecho. Sentada sobre la tapa del inodoro, mientras fumaba, tomé un marcador indeleble que por descuido había llevado conmigo... no sé en qué momento lo decidí pero, con una malévola sonrisa, escribí cosas terribles del nuevo jefe y de algunas otras personas del despacho... cuando tomé consciencia de lo que había hecho ya era muy tarde. Traté de disimularlo poniendo el bote de basura enfrente, tachoneando alguna palabras, en fin... huí despavorida.

Todo salió a pedir de boca, el licenciado estaba muy orgulloso del trabajo que habíamos desempeñado todos en los últimos meses desde su llegada. Al parecer la mesa directiva estaba muy contenta también y nos dieron un bono económico a modo de felicitación y agradecimiento. El día continuó sin percances, salimos a comer todos juntos, el jefe invitó. Durante la comida todo fueron risas, palmaditas en la espalda y comentarios halagadores... especialmente para mí pues todos reconocían el esfuerzo que había hecho para que, complementado con el excelente trabajo del equipo, la junta fuera todo un éxito.

Más tarde volvimos a la oficina para continuar cada uno con las labores correspondientes, el ambiente era de pura felicidad y armonía... hasta que vi salir a la conserje de la oficina principal. Fue una de esas veces en que sabes, por alguna razón, que se trata de ti y que hagas lo que hagas todos saben que tú eres la culpable. Traté de eliminar de mi mente todas esas ideas pero solo podía pensar en el 'desmadrito' que había armado en el baño. Tragué saliva y traté de actuar lo más natural posible...

- No te preocupes, Juanita... lo vamos a solucionar. Le dijo el jefe a la mujer encargada de la limpieza en cuanto salieron juntos de la oficina.
- Señorita García, venga a mi oficina por favor.

Sentí una cubetada de agua fría en la espalda, ¿será que descubrieron mi graffiti en el baño?... no puede ser. Me dirigí lentamente a la oficina con esa sensación como de quien va camino a la horca... o al menos es lo que imagino que debe sentir un condenado a muerte...

Entre tartamudeos y voz temblorosa le pregunté qué se le ofrecía, me miró fijamente... después sonrió y me dijo lo orgulloso que estaba de mi trabajo, lo bien que había desarrollado las presentaciones, organizado los datos, etc... insistió en que él sabía el potencial que yo tenía y que, de ahora en adelante, trabajaríamos más cerca porque quería ayudarme a crecer y blah, blah, blah, blah... respiré aliviada y le dije que quería aprender y ser mejor, que contara conmigo para lo que fuera y también le agradecí la oportunidad. Me dijo que el trabajo fuerte apenas había comenzado y que necesitaría todo mi compromiso para llevarlo a cabo.

- ¿Podría usted, esta noche, quedarse a trabajar hasta tarde?... yo puedo llevarla a su casa al terminar. Obviamente su trabajo será remunerado como corresponde.
- Claro que puedo. Sonreí y me dispuse a convertirme en el elemento indispensable. 

Más tarde todos se alistaban para retirarse y, aunque en otras ocasiones los habría mirado con envidia, esta vez mi ego me animaba a disfrutar las horas extra en el trabajo, sonriente les decía adiós y les deseaba un fin de semana reparador.

- Nos vemos el lunes.

Estuvimos trabajando un par de horas, ambos muy concentrados en lo que hacíamos y consiguiendo avances considerables para el plan que tenía en mente el licenciado Enríquez... a momentos lo observaba y no podía evitar morder mis labios ante semejante especímen masculino. Mirada profunda color miel, ceño ligeramente fruncido, pómulos marcados y mandíbula fuerte, barba tupida perfecta y elegantemente delineada, espalda ancha, estatura alta...

- Laura, ¿me escuchas?...
- Eh, sí... perdón licenciado, me distraje un momento, ¿me decía?...
- Te pregunté si tenías hambre y... a estas horas ya no me llames licenciado, me llamo Héctor... lo sabes bien.

Pidió un par de pizzas y bebimos uno de los vinos que guarda en su oficina... yo seguía viendo a ese hombre varonil de movimientos correctos y elegantes. Era un hombre, como vulgarmente se dice, tal como me lo recetó el doctor... qué porte... a pesar de haberse doblado las mangas de la camisa y aflojado la corbata seguía manteniendo eso que, oh Dios, me aceleraba el corazón solo de pensarlo.

Mientras cenábamos, después de haber terminado con el trabajo, comenzó a hacerme preguntas acerca de mi vida, tanto en el aspecto profesional como personal... me contó también algo acerca de la suya y descubrí que su voz y su sonrisa tenían algo hipnótico... Hablamos de varios temas y parecíamos ya un par de amigos que se conocen de años atrás... acababa de decir algo muy gracioso y yo reía a carcajadas, un poco deshinibida por el vino tinto del que ya habíamos abierto la segunda botella.

- ¿Creíste que iba a pasar por alto tu obra artística del baño?

Estuve a punto de escupir el sorbo de vino que acababa de tomar... creo que me puse pálida, abrí mucho los ojos y solo atiné a decir, estúpida e infantiloide: ¡yo no fui!.
Su carcajada, sonora y divertida, me hizo reír también a mí... pero de inmediato su rostro se tornó serio y esa mirada profunda que antes me hacía morder los labios, ahora me hacía estremecer... me aterraba.

- Mira, Laura... hay cosas que no estoy dispuesto a permitir y, aunque las reglas de la oficina son muy claras con respecto al comportamiento, quiero que sepas que estoy dispuesto a hacer una excepción contigo...
- Señor, yo... le prometo que no volverá a pasar...
- ¿Es verdad todo eso que escribiste acerca de mí?...
- Es que yo... discúlpeme por favor, estaba muy enojada y no sabía lo que hacía... ¡lo siento!
- Sé que lo sientes, sé que estás arrepentida y sé, de verdad lo sé, que no va a volver a suceder... pero necesito que no olvides jamás que todo lo que uno hace, inevitablemente, deberá tener consecuencias...

Estaba confundida, no alcanzaba a entender claramente todo lo que me decía... por un lado iba a hacer una excepción conmigo pero al mismo tiempo quería que aprendiera mi lección...

Se puso de pie, limpió su boca y manos con la servilleta y llevó una silla a mitad de la oficina.

- Ven aquí, te voy a enseñar la forma en que debes conducirte en esta oficina, señorita.- Tomó asiento.

Tragué saliva y fui hasta donde estaba... seguía muy confundida y solo pude volver a la realidad cuando sentí cómo me jaló del brazo hasta tumbarme sobre sus rodillas... no sabía qué hacer, cómo reaccionar, qué decir...

- Esto es para que aprendas que hay cosas que NO deben hacerse, jovencita....

Quería gritar, salir corriendo de ahí, decirle que era un estúpido y que no tenía ningún derecho a tratarme así...

- Unas buenas nalgadas a tiempo siempre ayudan para que, niñitas traviesas, groseras e impuntuales como tú sepan comportarse de manera adecuada... 

... pero era muy fuerte para mí, no había forma de liberarme y quizá en el fondo sabía que merecía el castigo...

- La pobre Juanita tendrá que limpiar el desastre que dejaste en el baño, ¿crees que sea justo?

... podía haber respondido que sí, que era SU trabajo hacerlo... pero opté por seguir apretando los dientes para no gritar más de lo que ya lo hacía... Su mano caía sobre mis nalgas una, otra, otra y otra vez sin piedad alguna... yo pataleaba e incluso intenté cubrir con mis manos la zona castigada pero eso solo me valió un par de manazos y que él las sujetara por mi espalda...

Sorpresivamente se detuvo... quizá mi llanto y súplicas habían surtido efecto... sin embargo solo sentí cómo, con movimientos rápidos aunque no agresivos, subió mi falda y bajó mi calzón hasta el muslo para continuar con las nalgadas que, con lágrimas en los ojos y mucho arrepentiemiento, puedo asegurar dolían muchísimo, quemaban mi piel... ¡me gustaban!

No sé exactamente cuánto tiempo más continuó con el castigo, tampoco sé de qué forma sus dedos terminaron en 'esos' rincones de mi anatomía... y ambos exhaustos, desnudos, besándonos sobre la alfombra de esa oficina que aún sigo visitando constantemente en lo que nosotros llamamos 'horas extra`... Lo que sí sé es que ya no puedo vivir sin él y haría mil y un graffitis en los baños de cualquier lugar con tal de hacer eterna la felicidad que ahora siento.

YoSpankee


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