martes, 23 de noviembre de 2010

INCIDENTE EN EL FERROCARRIL (Anónimo)

Viene ahora a mi memoria un hecho que ocurrido hace años, no sé exactamente cuantos (siete u ocho tal vez), durante un viaje que realicé en tren por el bajío mexicano, por el estado queretano; intentaré evocarlo con detalles y narrarlo para deleite de la dama en cuestión. Me encontraba sentado cómodamente en mi asiento, disfrutando de la lectura de un buen libro, cuando de repente una joven irrumpió en el vagón de muy malos modos, y exigiéndome que me levantase de mi asiento para sentarse ella.


Yo, educadamente le dije que si tenía la bondad de mostrarme el billete donde pusiese el numero de asiento y efectivamente el número coincidiese con el número de asiento en el que yo estaba sentado, gustosamente me levantaría, pero en caso contrario no lo haría.


La muchacha (muy atractiva por cierto) se abalanzó sobre mí e intentó levantarme en vano tirando de un brazo. En ese momento el revisor del tren apareció y ella palideció, se acercó y preguntó a la joven si tenía billete, yo que me habia ya percatado de la situación actué rápidamente.


Señor revisor esta joven viaja conmigo, el revisor al que yo había tratado de forma muy respetuosa y educada desde que tomé el tren, me miró y asintió con la cabeza. Pasada este momento, la muchacha avergonzada, se acercó a disculparse y yo la invité a sentarse sobre mi al tiempo que le decía que al llegar al final del viaje tendríamos que hablar de esto muy seriamente.


La joven bajó la cabeza, como intuyendo de a qué tipo de charla me estaba refiriendo y permaneció acurrucada sobre mi el resto del viaje. Efectivamente, cuando el tren llegó a su destino, bajamos ambos del ferrocarril y la invité a acompañarme a mi casa, a la cual me siguió sin protestar ni decir nada en contra.


Llegamos, entramos y le expliqué que había sido maleducada, desconsiderada, había infringido la ley y yo la habia ayudado a evitar una multa como mínimo, y que ahora había llegado la hora de pagar por todo eso. Ella en principio renegó, pero luego acabó aceptando y dijo que de acuerdo, pero que qué tipo de pago debía hacer, sobre todo teniendo en cuenta que a penas contaba con unos pesos.


Le dije que no se trataba de ningún pago, sino de un castigo, que debería ser castigada de la misma forma en que se castiga a una chiquilla maleducada y malcriada. Recibiendo una sonora azotaina en sus nalgas.


Al principio quedó extrañada, pero le pareció divertido y curioso, recibir unos azotes con 28 años, jeje y aceptó.


Así que coloqué una silla en el comedor de mi casa, me senté comodamente, le dije que se colocase sobre mis rodillas bocabajo con las nalgas hacia arriba, y que se bajase los pantalones y los calzones.


Una vez ubicada, comenzó el castigo que se prolongó por espacio de más de 2 horas... al acabar noté como me miraba de una forma extraña, sus nalgas ardían, pero no era lo único que estaba caliente, se la notaba excitada, muy excitada, sus labios y su vulva estaban humedecidos y su cara parecía decir HAZME TUYA.


Y desde luego he de decir que, desde entonces nunca más estuve solo. ¡Ah! al revisor del tren todos los años le envío una cesta por navidad. 

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Querido anónimo, muchas gracias... te mando muchos besos y abrazos.


Yo Spankee

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